“Ya iba a la escuela, pero nunca sentía una diferencia y de repente me dicen ‘tú seguirás siendo el mismo, pero eres diferente de otras personas’. Fue un impacto muy fuerte, yo era el mismo con los mismos dedos, los mismos ojos, la misma nariz, los mismos amigos ¿cuál era mi diferencia?”
Esos son los primeros recuerdos que tiene Bronislaw Zajbert sobre los inicios de la Segunda Guerra Mundial, un hecho que le cambió la vida y lo llevó a México.
Broni, junto con su familia, vivía en Polonia y tras la invasión de Alemania en 1939, fueron enviados al gueto de Lodz, un distrito urbano en condiciones inhumanas, en el que obligaban a las personas a trabajar fábricas germanas.
A los 9 años de edad, tuvo que trabajar para contribuir a la ‘sopa de pedacería’, una especie de platillo que lograba hacer su mamá con lo poco que les pagaban. “Ni teníamos juguetes, ni ganas de jugar, lo único que queríamos era llegar a dormir hasta el día siguiente que tenías que ir a trabajar”, recuerda.
Tras esos horribles años, Broni y su familia volvieron a ser libres. Una inmensa alegría los inundo porque él, sus papás y su pequeño hermano seguían juntos y vivos.
Al no encontrar condiciones para vivir en su antigua casa, la familia Zajbert decidió ir a Caracas, Venezuela, para iniciar una nueva vida, aunque ni siquiera sabían dónde estaba.
Tiempo después, Broni visitó distintos países, estudió en Estados Unidos y la vida lo trajo a la Ciudad de México donde cumplió el sueño de su esposa: abrir una pastelería.
La “Pastelería Hannah” abrió en 1999 y dado que su esposa era diabética, desde entonces sus recetas y productos no tienen azúcar añadida, algo que les funcionó pues se venden más que los pasteles normales.
Actualmente, él y su nieta son los encargados del negocio, ubicado en la avenida Colonia Del Valle #535, en la Ciudad de México, y abre de lunes a viernes de 11:00 a 19:30 horas y los sábados de 11:00 a 18:00.
Como plus, Broni tuvo la oportunidad de escribir un libro sobre lo que vivió en su infancia durante la Segunda Guerra Mundial llamado Mi nombre es Broni.
“Nunca imaginé que tendría una pastelería y que sería en México, tampoco que escribiría un libro a mis 89 años, y aquí estamos, viviendo”.