William Allis pasó de ser un esclavo afrodescendiente a ser traductor, cambiarse la identidad y nacionalidad y volverse mercader que al cabo de los años apareció como dueño de al menos siete empresas que cotizaron sus acciones en Wall Street.
Él nació en Victoria, al sur de Texas. Aprendió español debido a su contacto con mexicanos por lo que se convirtió en asistente y traductor de William McNamara, un comerciante de algodón y cuero que viajaba a San Antonio para hacer negocios.
Traducía del inglés al español, lo que le permitió mudarse a los 20 años a aquella región y cambiarse de nombre y de nacionalidad.
Imagínense, en San Antonio se dijo mexicano, pero también se hizo pasar por cubano y alguna vez dijo que su esposa era de la realeza inglesa… Es decir, si algo permeó la personalidad de Ellis era su versatilidad.
“William” se lanzó como candidato al Congreso de Texas, en 1894, cuyo esfuerzo fracasó.
Para 1898 hay registros de Guillermo Eliseo como huésped en Nueva York: “Él se convirtió en una persona muy útil porque en Wall Street estaban obsesionados con invertir en México y él estaba muy bien conectado con figuras clave del Porfiriato, aparecía en documentos como presidente de al menos siete compañías”.
La muerte lo alcanzó el 24 de septiembre de 1923 en la Ciudad de México, cuyos restos descansan en el Panteón Español.
La historia de Ellis (1864 y 1923) ha resultado tan atractiva, que no sólo atrapó a su biógrafo Karl Jacoby (The Strange Career of William Ellis: The Texas Slave Who Became a Mexican Millionaire), sino que ha logrado captar la atención de un Philiph Rodríguez, documentalista estadounidense, quien busca llevarlo al cine.