En México no hay una reunión en la que no se ofrezca un poco de café de olla, sí, aquella tradicional bebida calientita, que casi siempre se antoja, pero sabes cuál es el origen.
Muchos historiadores coinciden que fue durante el siglo XVIII cuando el café llegó a nuestro país a través del puerto de Veracruz y poco a poco surgieron fincas cafetaleras, principalmente, en los estados de Oaxaca, Chiapas y Veracruz.
Más tarde, durante la Revolución Mexicana nació lo que hoy conocemos como el café de olla gracias a las Adelitas que preparaban el café con especias y piloncillo.
Sin embargo, como sucede con todas las creaciones gastronómicas, es casi imposible ponerle un rostro a su autor, al final son el resultado de la creatividad que se cocina sobre los fogones, con la mezcla y sustitución de ingredientes, según las necesidades y lo que se tiene al alcance.
Su nombre se debe a la forma de preparación, pues se hace en ollas de barro y posteriormente se sirve en pequeños jarros del mismo material.
Actualmente la receta se ha ido modificando y en algunos lugares además de prepararlo con piloncillo y canela, le añaden ingredientes como el anís, clavo, chocolate y piel de naranja o limón.