El Hogar y Pulgarcito eran las dos revistas de México dedicadas a la formación de la imagen y comportamiento de los niños del país, lo hacían a través de reglas sociales, actividades artísticas y educativas.
La investigadora de la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Martha Rocha Islas indica que El Hogar fue un suplemento del semanario Revista de Revistas, editado por la periodista Emilia Enríquez de Rivera, quien lo echó andar el 7 de septiembre de 1913, hasta 1942.
La revista El Hogar estaba dirigida a mujeres de clase media y alta ilustrada; la propuesta original era tratar temas relacionados con la familia, por ejemplo, ya desde el primer número, llamado “El primogénito”, mostraba su preocupación por los niños desde su nacimiento, y por las madres como las responsables y encargadas de su cuidado dentro del hogar.
Incluía secciones como “Modas”, dirigida no solo a adultos, sino también para niñas y niños; contenía recetas de cocina, páginas literarias y publicidad dirigida a las mamás.
El Hogar manejaba la idea de que las niñas eran “adultas chiquitas” y las llaman “mujercitas”, haciendo énfasis en que el juguete que simbolizaba su infancia era una muñeca, “con la cual, aprenderán el papel social que deberán realizar más adelante como madres, y formarlas en las labores domésticas”.
Por otro lado, la revista Pulgarcito, publicada por primera vez el 1 de mayo de 1925, como órgano de difusión de la Dirección de Dibujo y Trabajos Manuales, de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y fundada por su titular, el profesor Juan Olaguíbel Rosenzweig; estaba dirigida a los alumnos de primaria, para que colaborarán con sus dibujos y composiciones.
Con 20 páginas y un tiraje reducido, la revista recomendaba a las y los niños que los dibujos que elaboraban tuvieran relación con los temas que veían en la escuela.
Los grandes pintores y escultores, algunos de los cuales también eran maestros, tenían contacto con las niñas y los niños, por lo que Pulgarcito buscaba estimular la participación de las y los artistas en la calificación de los dibujos e, incluso, algunos compraban las obras, como el caso de uno sobre una inundación en León, Guanajuato, adquirido por Diego Rivera, en 1926.
Fuente: INAH