La gastronomía mexicana es única y Diana Beltrán lo sabe muy bien, tanto que desde que salió de su natal Acapulco, jamás se imaginó que podría cocinar en el Vaticano.
No tuvo estudios de gastronomía; su talento fue descubierto por la Embajada de México en Italia después de que se volviera conocida por organizar fiestas con comida de Guerrero.
Dos años después de dedicarse a la promoción de la cocina mexicana a través de la embajada en Italia, Beltrán abrió un restaurante en Roma: La Cucaracha.
Entonces, la propuesta gastronómica de Diana derivó en una ambición más: encontrar ingredientes lo más parecidos -o iguales- a los que se encuentran en México pero cultivados en la península itálica, encontró diferentes variedades de maíz con los que hace su propio nixtamal y también algunas especies de tomate verde que, aunque no son idénticas al tomatillo, cumplen bien la función en una salsa martajada.
En 2008 se necesitaba alguien que sirviera la cena de Navidad del Vaticano, y aunque ya había banquetero elegido, la historia se alineó para que la mexicana fuera la elegida para cocinar la comida.
El Vaticano fue el punto e partida para que el mundo descubriera el talento de Diana en la promoción de la cocina mexicana, tanto es así que desde 2013 ha sido embajadora culinaria en países como Polonia, España y Francia, dedicada a hacer muestras de cocina tradicional con los ingredientes que encuentra a la mano.
Además, enfoca sus esfuerzos en la investigación académica y la difusión de la gastronomía en foros culturales como los Guerreros del Maíz y Madrid Fusión.