jueves, noviembre 21, 2024

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Merolicos de la CDMX ¿Dónde se encuentran estos personajes?

¿Quién no los ha visto, rodeados de decenas de personas muertas de la risa? Y diciendo su ya conocida frase “Detrás de la raya que estoy trabajando; los merolicos de la Ciudad de México (CDMX).

Esos seres que nos ponen como límite una línea imaginaria para vendernos los más sorprendentes productos o sacarnos unas cuantas carcajadas a costa del que esta a lado o de nosotros mismos.

Un merolico es un vendedor al estilo de los adivinos o barberos medievales: un charlatán que en México encontró un modo particular de ser y que no se ve replicado en ninguna parte del mundo.

Se dice que están condenados a la soledad y al eterno exilio por lo que son orillados a la observación y la reflexión de la naturaleza humana.

Merolicos INAH

 Juan Rafael de Meraulyock, el primero en México

Los mexicanos decimos merolico a todo vendedor callejero que con artimañas verbales trata de marearnos para que le compremos menjurjes.

Sí, esos que según él, son capaces de curarnos desde la tos de perro hasta la diabetes, quitar los callos o hasta el cáncer.

Pero lo que casi nadie sabe es que la palabra tiene su origen en el México de 1879, cuando llegó el judío polaco Juan Rafael de Meraulyock,.

Se trata de un personaje de bigote largo, barba abundante y ojo de vidrio que aseguraba ser un médico.

El personaje se presentaba con una larga túnica, pregonaba tener bálsamos para curar todos los padecimientos conocidos y por conocer a un precio de tres pesos por frasco.

Además, aseguraba que podía sacar más de cuatro mil piezas dentales en solo quince días,  ser un diestro médico y tener fármacos infalibles que jamás se habían visto por aquí.

Por todo esto se empezó a ganar de forma veloz la antipatía del gremio de doctores y dentistas y fue calificado como charlatán.

Para el hígado, para los riñones, para el mal de amores, para que el hombre no le pegue a la mujer ni la mujer al hombre. Si usted se levanta por las mañanas con mal sabor de boca, sabor a cobre, sabor a fierro, a centavo o a latón, como si se hubiera usted tragado la cama, tome usted el Bálsamo de San Jorge”, dice algún merolico.

El hábil hombre mandó hacer anuncios que lo presentaban como médico cirujano y dentista, profesiones que ejercía en plena calle.

Congregaba tumultos que lo mismo le pedían que les sacara una muela o que los curara de sordera con alguno de los múltiples remedios que anunciaba.

Para algunos era un milagro, para otros representaba la revolución científica, el dominio de la física y la química.

Desapareció el “charlatán”

Varios más decían que no era sino un charlatán, un sinvergüenza, un ladrón y estafador y le gritaban, al concluir el anuncio de cada droga: “¡Merolico, Merolico! ¿Quién te dio tan grande pico?”.

El sujeto no pasó desapercibido e inmediatamente comenzaron a surgir imitadores, lo que obligó a un debate acerca de la regulación de las profesiones.

Además, se comenzó a regular la asignación de un espacio público único para que estos personajes hicieran sus presentaciones.

Este lugar fue la Plaza del Seminario, a un costado de la Catedral Metropolitana, donde por varios años “Pico, pico, Merolico” siguió promoviendo sus panaceas.

Sin embargo, un día Juan Rafael de Meraulyock ya no regresó a las plazas públicas para vender sus remedios milagrosos, y dicen que hubo gente que lo fue a ver a su domicilio pero no salió, había desaparecido.

Aunque sin proponérselo, aquel judio polaco había regalado a los mexicanos un término para nombrar a la gente que habla mucho y actuaba poco.

No tardaron en decirle merolicos a los políticos de la época y también a otras personas que con el tiempo se dedicaron a la venta de pócimas milagrosas en las calles de la CDMX.

¿Dónde encontrar a los merolicos en la CDMX?

Como ya sospecharás o de hecho sabrás, los merolicos más sorprendentes con sus milagrosos remedios trabajan y pregonan en las calles del Centro Histórico.

La Merced, la Alameda Central, Chapultepec, Reforma; calles como Madero, 5 de Mayo, 16 de Septiembre. También en las explanadas de las alcaldías, como Coyoacán, Iztapalapa.

Así que si buscas algún remedio casero que te haga un milagro recorre las calles del Centro Histórico y si tienes suerte lo encuentres y más que eso, encuentren un rato agradable escuchando sus mágicas peroratas.

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