Seamos francos la colación mexicana produce dos sentimientos; o la amas o la odias, no existen medias tintas; lo que sí es cierto es que la Navidad en nuestro país no sería la misma sin tantos colores.
Estos dulces no tienen una forma regular, existen con texturas, colores, redondos, ovalados, de chocolate, rellenos de naranja, de nuez o piñón, rosas, amarillos, rojos, blancos, con anís, con cítricos, son tan diversos, por lo que se requiere probarlos para saber cuáles son las mejores.
Si bien se tienen muy pocos registros de las características y distribución de la colación en la Colonia, alguno escritos afirman que su origen corresponde a esa etapa de nuestra historia.
Con el tiempo fue evolucionando y la versión de la colación que conocemos ahora se remonta a inicios del siglo XX, gracias a la inventiva de Consuelo Anaya Pérez y su esposo, Fernando Pérez García. En su fábrica —al inicio llamada Hispano-Mexicana y ahora La Giralda—, ellos idearon en 1939 el dulce como lo conocemos ahora.
De acuerdo con Larousse Cocina, la colación está hecha de azúcar glass y fécula de maíz, su exterior es duro y suelen ser de colores brillantes como azul, amarillo, verde o rosa.
Acerca de su venta, suelen encontrarse en distintos mercados desde los primeros días de diciembre; ya sea en tiendas de materias primas y dulcerías.