En los canales de Xochimilco permanece uno de los lugares más terroríficos de México, y no sólo por su apariencia, sino por la escalofriante historia que lo acompaña: la Isla de las muñecas.
En este lugar habitó Don Julián Santana Barrera durante más de 25 años y que hoy es presenta un escenario de terror, con incontable cantidad de muñecas colgando desde los árboles.
Se dice que un comerciante conocido como “Don Julián” en uno de los recorridos en su chinampa se percató que en la orilla del lago yacía el cuerpo de una niña, trató de reanimarla en múltiples intentos pero la pequeña ya había perdido la vida.
Luego de este suceso, él se sentía constantemente intranquilo y atormentado, lo que lo hacía asegurar que el espíritu de la niña se encontraba atrapado en su chinampa.
Al hombre se le ocurrió colgar un par de muñecas para intentar ahuyentar las energías y conforme pasaba el tiempo, comenzó a recoger todas las que encontraba a su paso, hasta convertirla en el sitio que hoy en día conocemos, no importando si estaban rotas, sucias o despeinadas.
Como consecuencia de la preocupación que le causaba la idea, el hombre fue perdiendo contacto con el mundo exterior, hasta que decidió habitar la isla de manera permanente, transformándose en una persona solitaria y ermitaña.
Lo que dio paso a otro rumor entre quienes lo conocían, quien realmente estaba poseído era él, lo que provocó que en definitiva todos se mantuvieran alejados de la isla y dejaran de intentar tener contacto con el hombre.
Pasaron los años y sólo se volvió a tener noticias del habitante de la isla hasta que su cuerpo fue hallado justamente en el mismo lugar donde tiempo atrás había descubierto el cuerpo de la niña. Algunos dicen que la culpa por no haber podido salvar a la pequeña lo hizo enloquecer, y como modo de ofrenda le regalaba esas muñecas.
Hoy en día se pueden contar más de 2 mil y los turistas siguen trayendo donaciones propias. “Agustina” era la favorita de don Julian; tiene un pequeño altar con una mini trajinera como adorno. A veces la gente deja regalitos, como pequeñas pulseras, con la intención de dejar las malas energías ahí.