Aunque la espirulina parece un alimento moderno, las apariencias engañan ya que los aztecas la consumían hace siglos, solían extraerla de la superficie del Lago de Texcoco.
A pesar de que durante mucho tiempo se creyó que se trataba de un alga, la espirulina es en realidad una cianobacteria en forma de espiral del género Arthrospira, específicamente dos especies: Arthrospira platenses y Arthrospira maxima.
Algunas crónicas de la Conquista de México narran que sus habitantes solían secarla y asarla, para luego comerla; la llamaban “tecuitlatl”, que en náhuatl significa “producto de piedra”.
Este superalimento, que se puede consumir en polvo, cápsulas o comprimidos, contiene una gran cantidad de proteínas, posee una gran cantidad de ácidos nucleicos, clorofila, vitamina A y betacaroteno (sustancia altamente antioxidante), además de minerales como calcio, zinc, magnesio y hierro, entre otros.
Además, combate los síntomas de la rinitis alérgica, regula la presión arterial, reduce el colesterol y las posibilidades de embolias cerebrales. Además es anticancerígena, funciona como sustancia anti-envejecimiento y desintoxica el cuerpo, protegiendo el hígado y los riñones.