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Los antojitos mexicanos que nacieron en la Revolución

Por Daniel Ramírez

La Revolución mexicana fue uno de los episodios que marcaron la historia de nuestro país. Con ese movimiento hubo grandes cambios en todos lo ámbitos sociales.

De acuerdo a los historiadores y cronistas de la época, la comida fue parte importante en este hecho, pues surgieron platillos que hasta la fecha consumimos.

Las diferencia sociales hizo que las clases bajas encontraran la forma de vender comida en las calles y poder alimentar a los combatientes y los menos favorecidos; tenían que ser fáciles de preparar y con ingredientes que estuvieran a la mano.

Así fue como se comenzaron a preparar los prácticos tacos de guisado y las tortas. Chile relleno, moronga, mole colorado, piltrafa de tripas y nenepil, eran los guisos con los que se rellenaban las tortillas y los panes.

Estos guisados eran despreciados por la clase alta al considerarlos desperdicios, por lo que la gente de menores recursos los aprovechaban para venderlos.

La primera taquería registrada data de 1906, pero con la Revolución y otros movimientos sociales, la comida se tuvo que hacer portátil, por lo que incrementó la popularidad de las tortas y tacos.

Alberto Peralta de Legarreta, doctor en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, postulaba una premisa: “Si tengo un poquito de guisado que me sobró en esta parada del tren, lo meto en una tortilla o un pan y lo guardo en una canasta con trapitos, para que se mantenga caliente y lo pueda comer después”.

También se adoptó el café de olla, que llegó en 1830 para las clases privilegiadas, que lo tomaban amargo, a la europea. La clase baja lo hervía en pocillo y lo endulzaba con piloncillo, el azúcar de los pobres.

Además de las tortas, los tacos y el café, en el norte del país se empezó a comer la discada. En los discos de arado que se usan en la cosecha, los campesinos preparaban una combinación de carnes con chile. De ahí su nombre.

 

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